sábado, 28 de enero de 2012

El rojo de tu sangre

Me desprendí volando muy rápido de mi tierra,
Estrujé el cuerpo encima del rojo de su sangre,
Abandoné el olor de sus mil tupidos azahares,
Del estiércol de vacas y el son ladino de aves.

Dejé el canto madrugador de celosos gallos,
Del cerrado rocío que empapaba mis pies fríos,
De la presencia tuya, fugaz brasa repentina,
Húmedas mejillas, volcán de fuego pasajero.

Me desprendí volando, águila en la cordillera,
Testigo perenne, eterna y leal compañera,
Mujer no inerte, mujer pulcra, de boca ardiente,
Espejo de mis ojos, dulce enamorado antojo.

Me desprendí volando muy rápido de mi tierra,
Y te quedaste en ella, pura, sedienta y bella,
El rojo de su sangre se atrevió a teñir la esfera,
La esfera de tus ojos, de negro tu cabellera.

Cuando el manto negro de la noche tapó la tierra,
Y el ígneo rojo también desapareció con ella,
La enorme mancha de una luna brotó casi llena,
En medio de la nada, pronto apareció risueña.

Se parecía a tu boca, grande, satisfecha y plena,
Me acompañó siempre, durante el agitado vuelo,
Que te disfruté completa y te sentí serena,
Me retiré volando de mi roja, prieta tierra.

domingo, 1 de enero de 2012

Mal tiempo

No hay tiempo para esto. Para aquello, todo lo que haga falta, y si es virtual, mejor.
Se encontraron y tomaron fotografías sentados en el restaurante de un hotel, las mesas eran muy pequeñas en un ambiente minimalista que lo perdona todo, hasta la racionalidad de los espacios. Y desayunaron ahí, no porque tenían dinero para hacerlo, lo hicieron porque la tarifa de la habitación ya incluía el desayuno y comieron como para ahorrarse hasta la comida del mediodía. Se la pasaron corriendo. Las charolas de la comida estaban repletas con panes blancos y de salchichas que los delataron en dónde estaban. Era en una ciudad de Alemania. Berlín para ser exactos. También lo supe, no porque ellos me lo hayan dicho en un mensaje electrónico por What´s App, Textfree o Skype, sino por los escasos vestigios del Muro que se alcanzaban a mirar en las pocas fotografías que me enviaron por Email y por la torre de comunicaciones que parecía una chupaleta, y por supuesto, por las salchichas en los platos.
En los tiempos en donde no alcanza para nada, ni eso, ni el tiempo, correr en medio del frío en una ciudad nueva, sin tomar cien fotografías, debe ser imprescindible. Como aquél que prefiere comerse la cecina a puños para no dedicarle tiempo a cortarla en pedacitos con cuchillería fina. ¿Para qué dedicarle tiempo a algo que finalmente te lo vas a comer de un modo u otro y en el estómago se revuelve todo? O como aquél que decía, “prefiero hacer algo de provecho que ir al baño” y se olvidaba que la vejiga clamaba llena. Ya habrá tiempo para aprovechar el tiempo, hoy no lo necesito. Prefiero mirar las noticias en la pantalla pequeña del celular mientras camino, que comprar un periódico de hojas grandes y leerlo pacientemente en la banca del parque de una ciudad catalana.
Hoy hasta las noticias de tus amigos las lees parado ante un mingitorio y le mandas un mensaje sin siquiera asearte las manos ¿para qué? Con decirle, que sí qué ondas y preguntarle qué tal estuvo el antro de anoche mientras empujas la puerta con las nalgas para no dejar de escribir con ambas manos y tropiezas con la señora anciana que quiere entrar en el baño de las mujeres, es suficiente. Es la moda, lo que todo mundo hace. La moda es tener las manos ocupadas texteando como poseso.
Nunca se habían visto tantos niños y adolescentes con tantos alambres colgándoles de las orejas ni tantas fotografías circulando por las redes electrónicas a disposición de quienes, para quedar bien con ellos, les permites que te las miren. Porque es un status quo del jet set del Hollywood virtual de la red, en una loca carrera sin freno.
Si Villoro se da tiempo para leer cinco libros para contextualizar y darle sentido a un artículo de cinco párrafos, uno debería tener tiempo para acordarse que hay que afeitarse después de la ducha y en dónde carajos dejó los lentes cuando ya los trae puestos. Ya no hay tiempo para darse tiempo y acordarse de que, cuando uno va de viaje, no por gusto sino porque para no tener tiempo también hay que trabajar a diario y duro, normalmente se llevan maletas y no se pueden dejar arriba de los aviones y después el tiempo que se tiene para recuperarlas, corriendo a contra flujo y en escaleras eléctricas, es muy poco.
Mal vamos si para acordarse de que hemos olvidado las maletas en un aeropuerto, tenemos que recurrir a esa sensación extraña de ir caminando con las manos vacías en un pasillo en donde todos llevan maletines en las manos o maletas arrastrándolas, menos uno y ese uno eres tú. Cuando esto sucede, se corre el riesgo de no tener el tiempo después para comprarse lo que esa maleta llevaba dentro, hasta el rastrillo para afeitarse.
Pero eso sí, se tiene el tiempo para, mientras esperamos a que se abra la puerta del avión, podemos revisar los mensajes o correos que han entrado al celular mientras se volaba. No vaya a ser que el jefe haya solicitado una información urgente y hay que responderle de inmediato. También tienes tiempo para contestar esos mensajes con un solo dedo a una velocidad impresionante no importa si has escrito abión, adiós como abiós y lo lea tu jefe. Lo importante es estar en contacto. Tu jefe es comprensivo y entenderá que estás pasando por una racha de estrés. Él debe estar en lo mismo cuando te dice ola en lugar de hola. Todos estamos en lo mismo y es tiempo de ser muy cool.
Mal se ve aquél que conduce a cuarenta kilómetros por hora en el carril derecho, como debe ser, y lo rebasas tocándole el claxon para apresurarlo y que no te estorbe rumbo a tu destino. Hay que llegar temprano para aprovechar el tiempo.
Y si en una ciudad europea y muy fría, no se tiene tiempo para tomarse mil fotografías, algo debe andar muy mal en las prioridades. Hasta de comer nos olvidamos porque andamos de prisa, aunque nos encontremos en una ciudad en donde las salchichas, en una cálida barra de madera fina, estén para chuparse los dedos. En épocas en donde mirarse con las mejillas hundidas es una moda, los jóvenes se olvidan hasta de comer, pero eso sí, en las redes sociales tienen el tiempo para aparentar ser filosóficos de la vida y citar a un científico de Zimbabue que descubrió que las setas que crecen durante el verano bajo la sombra de un gran baobab son buenas para las arrugas. Tenemos tiempo para la era electrónica, pero no lo tenemos para darnos cuenta de que el tiempo también es un buen tiempo.
Gajes de los actuales tiempos en donde los alemanes ya no tienen tiempo para hacer sus salchichas y ahora sus famosas salchichas son Made in China.