martes, 21 de abril de 2009

Morir por las rayas II

Artidoro Gracia: feb/2009

Aunque es la más hermosa de todas, con una alzada de un poco más de metro y medio, graciosa y con armonía en su porte, la cebra ha vivido rumiando su insatisfacción. Sobre su color de fondo, un rosa pálido, casi blanco, destacan las rayas negras torcidas en distintas direcciones. Son diferentes a las del resto que las tienen paralelas y perpendiculares a su espinazo. Tiene el vientre blanco, sin rayas y el hocico negro. Tampoco le gusta el agua de las lagunas y las charcas donde la manada suele pasar largas horas refrescándose del ardiente sol que brilla durante el verano y calcina la estepa.
Vive solitaria, llena de traumas y conflictos, alejada del grupo, la han relegado por comportarse distinta y ocasionando peleas, por las cuales todos la culpan. Cansada de su situación, un día decide ir a la estética de cebras y pide que le borren las rayas torcidas y se las pinten rectas, similares al resto.
–– Eso es imposible–– le dice el estilista–– ¿Acaso no sabes que las que nacen con las rayas torcidas son como los árboles de troncos chuecos y no hay forma de enderezarlos?
La cebra sale muy triste y deprimida con la cabeza oculta entre las patas delanteras. No se da cuenta que su caminar la lleva directo hacia la laguna.
Siente el agua sofocarla pero no quiere levantar la cabeza…

Morir por las rayas I


Artidoro Gracia/febrero 2009

La cebra cansada de sus rayas y de envidiar a los leones por ser los más fuertes y siempre los vencedores, quiere convertirse y actuar como cualquiera de ellos. Va a la estética de cebras para que le borren las líneas oscuras, le pinten del mismo color de los felinos y le hagan una abundante cabellera. Con mucha dificultad, pero con gran pulcritud, el estilista de cebras, hace el mejor de los trabajos; nunca se ha esmerado tanto para lograr lo que alguien le solicita.
Después de horas, la cebra no puede creer las maravillas que hicieron los maquillajes y las cirugías. Cree que el olor que despide es el mismo que emana de los depredadores. Mirándose el camuflaje, satisfecha y segura con la labor del artista, y después de haber actuado durante algún tiempo frente al espejo, una tarde se afila las zarpas postizas y sale en busca de la manada de fieros. Los encuentra en su ambiente, regodeándose y dormidos con la panza hacia el cielo a la sombra de un frondoso baobab. Aunque temerosa de ser descubierta, con sigilo y sin hacer ruido osa arriesgarse entre el mar de patas y colas. Se escabulle entre la manada e intenta dormir un poco antes de que amanezca. Pero es tanto su desasosiego y el temor por la cercanía de los cazadores que se pasa la noche sin poder conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, el grupo hambriento sale de caza. Recelosa aún, y a la expectativa, marcha a la retaguardia. Al avistar a las cebras, se agazapan con las garras prestas a la espera del mejor momento para el ataque. Llegada la oportunidad, hacen una carnicería. Aunque invitada al festín, ella sólo observa la escena desde muy cerca. No quiere sumarse a la merienda en donde se devoran los cuerpos de sus familiares. Siente náuseas. Para no despertar sospechas por su comportamiento, esa noche decide dormir junto al rey de la selva, el mismo jefe de la manada. Sin embargo, ya muy avanzada la noche, el instinto del felino se impone sobre el maquillaje de la cebra, y con la astucia que lo caracteriza, se da cuenta de que ella no huele como el resto. Y en medio de las tinieblas, de un solo zarpazo termina con aquella farsa. Pone la mesa, empieza a devorarla y hace venir al banquete al resto de sus pares, quienes, aún y cuando su hambre había sido saciada durante el día, lo acompañan con un gran júbilo y se mofan de la ocurrencia de la ingenua.
Con el alba, aparecen los fieles seguidores y comparsas de los leones: Las hienas con su risa burlona y los zopilotes con sus vuelos en círculo sobre el escenario, envían un sombrío y amenazador mensaje para los demás inconformes de su condición en la selva: los reyes de la jungla, no están dispuestos a dejar entrar en su círculo a alguien diferente a ellos, y quien lo haga, que enfrente las reglas impuestas por los más fuertes.